EL MOCO: Un cuento de Roberto Remi y Daniel Collazos Bermúdez

10:00 a.m.



EL MOCO
Un cuento de
Roberto Remi y Daniel Collazos Bermúdez


La calidad del ­­argumento era notable, ni que decir de su interpretación. Parecía un monólogo estudiado donde cada palabra ocupaba el lugar y el momento preciso para convertirse en sonido. Además la modulación y dicción de la voz resaltaba más aún el contenido de su perspectiva y sin embargo, ella no podía dejar de prestarle atención a la pequeña pelotita de moco que parecía flotar a punto de desbarrancarse de su nasal escondite.

—¿Ahora me comprendes? —dijo él al ver sus ojos brillando, como conteniendo la emoción y ella en su boca apenas dejaba ver microespamos como quien  no sabe que decir o peor aún, quien no sabe lo que tiene que decir después de semejante discurso.

Antonio Clarín  era conocido no solo por su pulcritud y profesionalismo, sino también por su elocuencia lógica y sus certeros análisis sobre actualidad económica aunque, en esta ocasión, nada tenía eso que ver. Al  contrario, como pocas veces, esta vez no intentaba el camelo retórico para confundir a su oyente. Cinthia tenía que saber la verdad.

Lo cierto es que Cinthia Camino no había podido hilar ni una frase de las que sus oídos escucharon, porque su cerebro no pudo hilvanar una sola idea, porque sus ojos no podían desprender sus retinas de la pequeña pelotita de moco que poco a poco, conforme iba Antonio desarrollando su idea, crecía y crecía hasta que la cabeza desapareció detrás y quedó solo un cuerpo con la testa reemplazada por una masa mucosa casi redonda que, eso si, conservaba el olor a Issey Miyake en su versión Intense.

Cuando Antonio le preguntó si la comprendía el moco volvió a su tamaño original, pero no se terminaba de desprender de la invisible vellosidad que retenía su partida. Ella quería prestarle atención pero sentía, casi como una exigencia vital, la necesidad de que la pelotita se desprendiese para retomar la concentración.

—¿Estás bien Cinthia? —él sentía que el silencio había sido demasiado largo.

—Sí, perdóname, solo algo dispersa —dijo cerrando los ojos y agitando brevemente la cabeza de lado a lado.

—Tal vez no me he explicado bien —Antonio dijo casi automáticamente la frase que  solía utilizar cuando había sido muy claro y no había obtenido la reacción deseada.

—No, no es tu culpa, estoy un poco desconcentrada —respondió Cinthia haciendo un esfuerzo sobrehumano para no  dejar de mirar a los ojos de Antonio. De hecho por este motivo la mirada se volvió raramente intensa.

Antes que él pudiera comprender qué pasaba, la puerta se abrió casi de golpe y la cara de un joven residente apareció seria y cansada al tiempo que decía:

—Doctora Camino, está todo listo.

Cinthia aprovechó la interrupción y se puso de pie, abandonando la silla, a Antonio, el moco y el asco que le producía. Cruzó la puerta de la habitación y huyó por el pasadizo que la llevaría hasta el set del programa de televisión que conducía.

Oyó los pasos de Antonio tras ella. Sin explicaciones, su imaginación dotó al moco de una risa aguda y siniestra, como la de un villano que la perseguía. Rogó que hubiera tiempo para que Janet, la chica de maquillaje, extirpara la mucosidad de la nariz de su invitado. No habría nada peor que realizar la entrevista más importante de su carrera sin poder enfocarse, como le acababa de suceder.

Una vez tomó asiento en su lugar del set, Janet acudió y puso en marcha el maquillaje que disminuía los brillos y las pecas en su rostro.

—Toma en cuenta lo que te dije —advirtió Antonio—. Es fundamental.
—Apura, Janet —interrumpió el productor del programa, antes que Cinthia usara la treta de preguntar a Antonio cómo quería comenzar la entrevista, para saber qué era aquello tan importante.

Los gritos del productor y el correteo del equipo tensaron el ambiente. Los camarógrafos tomaron sus lugares y la maquilladora espolvoreó por última vez la nariz de Cinthia. Ella le hizo un gesto con los ojos, indicándole que se encargara de Antonio, sospechando que el siniestro moco seguía columpiándose en la fosa nasal.

—¡Empezamos en diez! —gritó el productor.
—¡Todavía no acabo! —respondió Janet y pasó al rostro de Antonio.
—¡Ocho! —insistió el productor—. ¡Sal de ahí!

La maquilladora apenas pasó su brocha sobre la frente de Antonio y corrió fuera del set. Cinthia tomó unos papeles de la mesa, los juntó y revisó las notas, rogando que le dieran la respuesta de un imposible: ¿Qué era aquello tan importante que Antonio le había dicho? Sin más se decidió a preguntar:

—Antonio, ¿cómo crees que deberíamos empezar la entrevista?
—¡Al aire! —sentenció el productor.

Cinthia miró a la cámara, sonrió y dio la bienvenida a su público. Hizo el acostumbrado comentario de las últimas noticias políticas del país. Mientras, no pudo evitar mirar de reojo a su invitado que se acomodaba el saco. El moco había desaparecido de la nariz y aquello la tranquilizó parcialmente. Aún debía descubrir qué era aquello que Antonio había dicho anteriormente. Cinthia pensó, que quizá podría resolverlo sobre la marcha, ya que el tiempo que venía trabajando en televisión, le había enseñado a resolver algunas dificultades.

Llegó el momento de presentar a Antonio Clarín en el programa. El tiro de cámara se puso sobre él, capturando el preciso instante en el que el moco reaparecía y él lo extraía de la nariz para introducirlo en su boca.

El programa más importante en la carrera de Cinthia Camino se viralizó en minutos en internet con el título: “Entrevista del come mocos”.

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2 comentarios

  1. Jaaaaa, este comentario solo puede empezar con una risa seguida de una ovación. Qué original y dinámico este relato; muy intenso de inicio a fin. Es una historia en la que yo creo que muchos nos vemos reglejados; muy pocos nos salvamos de estos momentos incómodos relacionados con "mocos". Genial!!!! Me encantó. Felicidades!!!👏👏👏

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    1. ¡Gracias! Estoy muy contento que te haya gustado.
      Es verdad: Nadie se salva de estos momentos.

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