¿Cuál fue la primera serie que viste este año?

12:33 p.m.


No sé qué serie vi a principios de este año. Lo pienso desde hace rato y no estoy seguro. 

Definitivamente la estrenaron en algún servicio de streaming. Tal vez tú lo recuerdes con más facilidad o busques pistas en internet para descifrar tu propio misterio. Yo no quiero hacer eso. Terco como un perro que escarba en la tierra, quiero encontrar por mí mismo la respuesta enterrada en lo profundo de mis recuerdos.

¿Cuántas series o películas habré visto desde el primer día de enero de 2024 hasta la fecha? ¿Cuál es mi favorita y por qué? Un par vienen a mi mente, pero no estoy seguro si las vi este año; parecen recuerdos lejanos y no las considero tan buenas como otras que atesoro en la memoria. ¿Por qué me pasa eso?

Cuando la televisión por cable estrenaba episodios de las series “Millenium” de Chris Carter, “The Sopranos” o “Dexter” (basada en el libro de Jeff Lindsay), yo trataba de no perderme ningún episodio y, durante el transcurso de una semana o más, los comentaba o discutía con mis amigos. Además, mientras viajaba en el transporte público o caminaba por las calles de mi ciudad, me distraía pensando en qué pasaría con mis personajes favoritos o con las tramas en las que se encontraban envueltos. Me cuestionaba sobre cómo resolvería la historia si yo fuese el guionista. Sin saberlo, convertía las series en mi particular ejercicio de narrativa creativa mientras esperaba la emisión del siguiente episodio. De esa manera, disfrutaba toda la temporada de una serie y, como no había veinte mil estrenándose cada semana, la historia quedaba grabada en mi cabeza.



En cuanto a nuestra manera de disfrutar de películas y series, los servicios de streaming han cambiado las reglas del juego: una serie se estrena con todos los episodios de la temporada y tú estás dispuesto a verlos en veinticuatro horas, recostado en tu cama (a esto se le conoce como binge-watching o atracón de series). Luego, durante una semana, la comentas con tus amigos, acosas a quienes no la han visto hasta que lo hagan para no sentirse excluidos de la conversación, y la serie es sepultada debajo de la próxima que estrena todos sus episodios para que la disfrutes en una nueva maratón. De esa manera, el ciclo se repite. En la actualidad, hacer esto es algo normal, ya que es un comportamiento parecido a cómo usamos las redes sociales: vemos algo que llama nuestra atención, lo compartimos, lo comentamos brevemente, lo olvidamos (lo desechamos) y seguimos con otra cosa.

Regreso a mi pregunta inicial: ¿Cuál fue la primera serie que vi este año?

Es muy probable que mientras lees esto me califiques de “boomer”, porque mi discurso parece decir que todo tiempo pasado fue mejor. Quizás tengas razón, pero el comportamiento que describí anteriormente no es exclusivo de las generaciones más jóvenes. Conozco a personas mayores que devoran temporadas de series de televisión en periodos de tiempo imposibles. Cuando se quedan sin nuevos episodios que ver, se quejan de la lentitud de las productoras para concretar nuevas temporadas.

Hemos cambiado. No somos consumidores de contenido, sino consumistas de contenido.

No toleramos conocer una historia por partes o dosis; queremos saberlo todo de golpe. Cuando la historia se acaba, pasamos a la siguiente o exigimos tener la continuación inmediatamente.

Esta demanda de contenido parece limitarse solo a series, películas o videos en redes sociales, pero se ha vuelto la norma en todo lo que hacemos, incluso en el consumo de literatura. Mientras los fanáticos de Stephen King compran un libro nuevo al año, quienes leen a George Martin reniegan de lo mucho que se demora en publicar una nueva entrega de la saga de Juego de Tronos.

La tecnología y las redes sociales, con su scroll infinito, nos han vuelto adictos a tener estímulos y satisfacción constante. Además, todo lo queremos rápido.

Es probable que haya autores capaces de escribir anualmente libros de gran nivel, pero no dudo que existen muchos más a los que no les importa la calidad, sino la cantidad. Su motivación es mantenerse vigentes entre el público lector y vender todo lo que se pueda, antes de que se termine la buena racha. Obviamente, la publicación de libros es un negocio, pero así como con el caso de las series y las películas, ¿cubrir la necesidad del público por consumir rápido y constantemente no está aniquilando los productos de buena calidad? ¿Esta gula de contenido no obliga a los creativos a producir numerosas series, películas y libros como si fueran comida rápida: placentera, poco nutritiva, tóxica y nada memorable? ¿Acaso todo esto es la razón por la que no recuerdo la primera serie que vi este año?



Con todo lo expuesto, no quiero decir que de vez en cuando no sea bueno disfrutar de una deliciosa y jugosa hamburguesa con papas fritas. Sin embargo, si notamos que nuestra dieta se basa únicamente en productos preparados rápidamente y bajo una misma fórmula, quizás sea tiempo de romper el ciclo, obligarnos a tomar una pausa y empezar a cuestionar qué están provocando en nosotros. Hacia dónde nos está llevando esta costumbre.

Tampoco estaría de más pensar en la cantidad de productos de entretenimiento que estamos consumiendo. 

¿No sería bueno tomarnos una pausa que nos ayude a digerir y disfrutar la serie o la película que hemos visto, o el libro que hemos leído, antes de pasar al siguiente? Quizás ese intervalo nos ayude a descubrir algún mensaje o reflexión interesante.

Muchas veces quedamos agotados por lo acelerada que es nuestra vida debido a nuestros trabajos, estudios u ocupaciones; ¿por qué no nos tomamos con más calma aquello que sí controlamos, como las historias que leemos o vemos para disfrutar? De esta manera, puede ser que no te pase como a mí, y sí recuerdes al instante cuál fue la primera serie que viste a principio de año.

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Sección "La columna del invertebrado" de Daniel Collazos Bermúdez Publicada en Verso Inefable.


Daniel Collazos Bermúdez

Instagram: danielcollazosb
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