“La imaginación es poco funcional”. Una discusión con un visitante de la Feria del Libro
11:09 a.m.El terror y la ciencia ficción cuentan historias escapistas, me dijo una persona que se acercó al stand donde yo estaba en la Feria del Libro Ricardo Palma. Lo dijo cruzando los brazos sobre su impecable camisa blanca y con fastidio en el rostro, como si mi libro y yo no debiéramos manchar el ambiente cultural, entorpecer el paso u ocupar un lugar ahí. Él fue uno de varios que expresaron aquello, pero tuve la suerte de que, a pesar de pensar que solo la literatura realista valía la pena, este hombre se quedó a conversar conmigo. Podría haber tratado de convencerlo de comprar mi libro, pero consideré más importante contarle sobre los géneros de terror y ciencia ficción. Estoy seguro de que no era ajeno a ellos. Nadie lo es, viendo series o películas que se exhiben en Netflix, HBO y otras tantas plataformas, o asistiendo al cine. Lo complicado es que está muy interiorizada la idea de que las historias de estos géneros se tratan de naves espaciales y rayos láser nada más, en el caso de la ciencia ficción, o de monstruos y cuerpos mutilados en lo que se refiere al terror. Por supuesto, pasando por alto que persiste la idea de que los peruanos no sabemos contar historias, salvo que nos alineemos a la literatura que hacía Vargas Llosa, Bryce Echenique y otros. Claro, son grandes escritores y también los he leído, pero a mí se me ha dado por escribir otros géneros.
Está muy interiorizada la idea de que las historias de ciencia ficción se tratan de naves espaciales y rayos láser nada más, o de monstruos y cuerpos mutilados en el terror.
El visitante que fue al puesto me contó que era ingeniero e insistió diciendo que la literatura de género no servía para nada. (Esto es verdad, aunque parezca un estereotipo. Me parece increíble, porque tengo amigos dedicados a esta carrera que no tienen estas ideas.) Lo que tenía más valor para él era trabajar de lunes a viernes y cobrar un dinero mensualmente para llevar a casa. Esa es la vida real, aseguraba, y no ser un hippie fumoncito (como lo que yo le representaba) que perdía el tiempo escribiendo sobre temas sociales, culturales y humanos que, según yo, utilizaban el terror y la ciencia ficción como vehículo para el pensamiento crítico. Cuando le planteé que la literatura era un intercambio de ideas entre el lector y el escritor, aunque tratáramos temas fantásticos, me interrumpió diciendo que él no necesitaba conversar con nadie, porque él ya sabía cómo era la vida y lo tenía todo mapeado. Sin embargo, se quedó a seguir hablando. Él no quería que lo convenciera de nada, solo quería ganar esa discusión y yo seguí hablando, no para ganar o evitar perder, como le expliqué, tengo la mala manía de cuestionarme e invitar a otros a la reflexión, como hago con mis estudiantes.
Casi al unísono, el ingeniero y yo abordamos el tema de la pirámide de Maslow. Me decía que yo no le podía pedir a una persona de bajos recursos que perdiera el tiempo leyendo mis cosas, cuando lo que necesitaba era producir para cubrir sus necesidades básicas. Le dije que tenía razón en parte, ya que no darle la oportunidad de leer literatura de género era privarlo de imaginar y mantenerlo en un circuito del que probablemente no saldría. Cuántos avances tecnológicos han surgido de personas que tuvieron la oportunidad de ver más allá. Además, cuando le consulté en qué nivel de la pirámide estaba él, confirmó lo que sospechaba, diciéndome que estaba lejos de la base. Así le propuse que pensara en lo que podría aportar a nuestro país, expandiendo su mente con literatura y no quedándose en el automatismo de solo asistir a un trabajo para cumplir determinadas funciones que lo ayudaran solo para cubrir sus necesidades.
Finalmente, le hablé de algo que sigo explorando y entendiendo sobre la literatura de terror: la empatía. Le comenté que este género me parecía importante para la sociedad, ya que no se trataba de monstruos, como nos quieren hacer pensar, sino de personas que pasan por situaciones límite y los dramas humanos que se pueden desprender de ellas. Muchas veces nos insensibilizamos sobre el sufrimiento ajeno al lado de nosotros en la calle o el drama que vemos en los noticieros, pero pedimos misericordia o comprensión cuando lo malo nos pasa a nosotros. Esa oportunidad de entender esto de manera segura nos lo da el terror, gracias al Efecto Espejo, en el que nos vemos a nosotros mismos como el protagonista que sufre y lucha por salir victorioso de una situación. Muchas veces la salida solo está en explorar una manera creativa de vencer o escapar.
Muchas veces nos insensibilizamos sobre el sufrimiento ajeno al lado de nosotros en la calle o el drama que vemos en los noticieros, pero pedimos misericordia o comprensión cuando lo malo nos pasa a nosotros.
Luego de toda esta conversación sobre la utilidad de la literatura de género para fomentar la imaginación, la creatividad, la empatía y el pensamiento crítico, el ingeniero me dio la mano y me dijo que habían algunas cosas en que quizás coincidiéramos. Le agradecí el tiempo e inesperadamente, me pidió que le firmara mi libro de cuentos ENTE sobre terror y ciencia ficción, porque se lo llevaría a casa para leerlo.
Escribo toda esta historia no porque sienta que es un ejemplo de venta o por algo similar. No soy vendedor ni pretendo serlo. Esta y otras conversaciones que he tenido durante las firmas que he realizado en la feria del libro me han vuelto a hacer pensar en lo importante que es que un escritor esté en contacto con la gente que no necesariamente lee el tipo de literatura que hace. Todo esto me ha hecho pensar en lo preocupante de la mente cerrada de muchas personas, que más allá de los gustos, se prohíben darse una oportunidad a determinadas cosas, porque creen que no sirven sin haberlas experimentado ni dan oportunidad a nada que no sea lo funcional. Quizás podríamos llegar mucho más lejos como país si nos diéramos la oportunidad de imaginar. Dejaríamos de ver con admiración a Mark Zuckerberg o Sam Altman, preguntándonos ¿cómo lo lograron?. Quizás seríamos otro país si nos pusiéramos en los zapatos del otro, sintiéramos por un momento sus problemas y entendiéramos lo importante que es luchar sin darnos por vencidos ante fuerzas que parecen sobrepasarnos. Los prejuicios siempre son un impedimento a avanzar, y hay mucha gente que se beneficia de que nos quedemos así.
Daniel Collazos Bermúdez
Feria del Libro Ricardo Palma
12/12/2025








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